Columna del Arzobispo Chaput: No Existe Ninguna Equivalencia
He aquí un ejercicio simple de razonamiento básico. En un espectro de cosas malas que hacer, el robo es malo, el asalto es peor y el asesinato es pésimo. Existe un hilo semejante de mala voluntad que conecta esos tres crímenes, pero sólo una conciencia muy confundida equivaldría el robo con el homicidio. Ambos son asuntos serios. Pero no existe ninguna equivalencia. La matanza deliberada de la vida inocente es un acto únicamente perverso. Contextualizar o desviar nuestra atención a otras cuestiones no puede obscurecer eso.
Esto es precisamente por qué el cardenal John O’Connor, el obispo James McHugh y otros presionaron tanto para el pasaje de la carta pastoral de 1998 de los obispos de Estados Unidos, Viviendo el Evangelio de la vida. Como el cardenal Joseph Bernardin una vez sabiamente observó, la enseñanza social católica es una prenda sin costura de respeto por la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. No tiene sentido defender la causa de los niños por nacer, si ignoramos sus necesidades básicas, una vez que nacen. Por tanto no sorprende que – año tras año– casi todas las diócesis católicas en Estados Unidos, incluida Filadelfia, dediquen mucho más tiempo, personal y recursos materiales a la prestación de servicios sociales para los pobres y educación a los jóvenes que a la oposición al aborto.
Pero por supuesto, los niños necesitan sobrevivir el útero antes de que puedan tener necesidades tales como alimento, refugio, inmigración consejería y de buena salud. El derecho humano de prioridad, el uno que asegura a todos los demás derechos, es el derecho a la vida. Como los obispos estadounidenses escribieron en 1998:
«Oposición al aborto y a la eutanasia no excusa indiferencia hacia los que sufren a causa de la pobreza, la violencia y la injusticia. Cualquier política por la vida humana deberá resistir la violencia de la guerra y el escándalo de la pena de muerte. Cualquier política de la dignidad humana deberá seriamente dirigirse a estos problemas: racismo, pobreza, hambre, empleo, educación, vivienda y cuidados de la salud. […]. Pero estar en ‘lo cierto’ en tales asuntos nunca puede ser una excusa para una mala decisión con respecto a ataques directos a una vida humana inocente. En verdad, el fallo en proteger y defender la vida en sus etapas de más impotencia hace que otras posturas ‘correctas’ en asuntos que afectan a los más pobres a indefensos de la comunidad humana se vean con sospecha. Si entendemos que la persona es el
‘templo del Espíritu Santo’ -la morada viva de Dios- entonces estos asuntos mencionados son, lógicamente las paredes y las vigas de esa casa. Cualquier ataque directo a la vida humana inocente, tal como el aborto o la eutanasia, es un ataque a las bases de esa morada. Esos ataques violan directamente, y de modo inmediato, el derecho más fundamental de la persona -el derecho a la vida. Descuidar estos asuntos es el equivalente a construir una casa sobre la arena. Tales ataques no ayudan sino que entorpecen la conciencia social en modos que son, en última instancia, destructivos de otros derechos humanos (23).
Se argumenta a veces que el aborto es principalmente una cuestión moral y cultural, y la política es una mala solución al problema. Lo curioso es que algunas de las mismas voces que argumentan contra la acción política sobre la cuestión del aborto parecen bastante cómodas
instando a vigoroso compromiso político en temas como salud, vivienda y medio ambiente. En la práctica, la política es la aplicación de la convicción moral al discurso público y el proceso de legislar. La ley no sólo limita y defiende; también enseña y forma. La ley no sólo refleja la cultura; la moldea y la modifica. Por eso los cristianos no pueden evitar un compromiso político. La política nunca es el contenido principal de la fe cristiana. Nunca puede proporcionar la solución perfecta. Pero ningún cristiano puede evitar la obligación de trabajar por más justicia y caridad en nuestra vida como nación, una tarea que implica ineludiblemente la política. Así la reciente votación del Senado para desfinanciar a Planned Parenthood fue no sólo correcta y oportuna, sino necesaria. Y el fracaso de esta medida implica un fallo público del carácter de cada senador católico que votó en contra.
La memoria es importante: hace dos años Kermit Gosnell fue despojado de su licencia médica y declarado culpable de asesinar a tres niños nacidos vivos de los procedimientos de aborto. Él dirigía un centro de aborto de Filadelfia que parecía más una carnicería que una clínica médica. El ambiente de su clínica era más feo que los agradables restaurantes y oficinas capturados en los recientes videos encubiertos de Center for Medical Progress (CMP). Los vídeos muestran una cara de Planned Parenthood –altos funcionarios conversando despreocupadamente sobre el desmembramiento y la venta de partes del cuerpo fetal –que sólo puede ser llamada repugnante. Pero no es de extrañar: si los niños abortados son simplemente trozos de tejido potencialmente útil (y lucrativo), ¿cuál es el problema?
Una vez más, la memoria es importante: hace treinta años los grupos “pro-choice”(pro- escogencia) trataron la estrategia de usar la ley Racketeer Influenced and Corrupt Organizations (RICO- por sus siglas en inglés), (Ley contra la extorsión criminal y las organizaciones corruptas), para detener ciertas formas de testimonio provida. La estrategia falló en última instancia pero –tal vez sea el sentido de ironía de Dios– la palabra “racket” muy rápidamente viene a la mente al ver al personal de Planned Parenthood en los videos CMP.
Cierro con unas palabras de agradecimiento a Rubén Navarette hijo. Navarette es una voz veterana de “pro choice”, pero vale la pena leer y compartir su columna del 10 de agosto en el Daily Beast por su honesta repugnancia al total, espantoso, barbarismo del sistema de tráfico fetal de Planned Parenthood. Y la mejor línea de su columna proviene de su esposa provida:
«Esos son bebés que están siendo asesinados. Millones de ellos. Y usted necesita usar su voz para protegerlos. Eso es lo que hace un hombre. Él protege a los niños –sus propios hijos y otros niños. Es lo que significa ser un hombre».
Amén.