Columna del Arzobispo Chaput: Al Cerrar el Sínodo, el Camino a Seguir
En menos de una semana estaré en casa en Filadelfia y espero –finalmente– de regreso a la vida normal de una gran diócesis; uso deliberadamente la palabra «gran». Lo que hace único a Filadelfia no es su legado, o industrias o universidades o centros culturales. Todas estas cosas son importantes, pero son sólo palabras hasta que recordamos a las personas que les dan vida.
La Iglesia en Filadelfia es «grande»” debido a su pueblo. Ella está bendecida en su clero, religiosos y fieles laicos. Sobre todo, ella está bendecida en sus familias, ricas y pobres, que se sacrifican para apoyar a sus parroquias y hacer lo mejor para vivir el Evangelio semana tras semana. Y nada capturó el carácter de Filadelfia más maravillosamente que la efusión de entusiasmo y amor de decenas de miles de familias que saludaron al papa Francisco el mes pasado e hicieron del Encuentro Mundial de las Familias un éxito tan memorable.
A medida que el Sínodo Sobre la Familia 2015 se acerca a su fin aquí en Roma, obispos de todo el mundo continúan alabando esos días notables en nuestra ciudad. Uno de los obispos es el obispo de Roma. El 20 de octubre, vía el nuncio apostólico, recibí una carta de fecha 5 de octubre del papa Francisco mismo –dirigida a mí, pero es para todo católico y cualquier otra persona de buena voluntad en toda la región de Filadelfia:
Deseo expresar mi gran aprecio a usted y al clero, hombres y mujeres consagrados y fieles laicos de la Arquidiócesis de Filadelfia por su cálida bienvenida. Estoy especialmente agradecido por su fraternal hospitalidad, y por el celo, piedad y entusiasmo que compartió conmigo y que día a día guía su ministerio episcopal. Estoy seguro de que nuestros días juntos seguirán profundizando los vínculos de comunión que disfrutamos.
Le agradezco también por sus muchos esfuerzos en la preparación de mi visita a la Arquidiócesis, especialmente para el Encuentro Mundial de las Familias. Su compromiso con la familia fue evidente en la organización de la reunión, y sé cómo diligentemente usted y su personal, junto con muchos voluntarios y benefactores, han trabajado estos últimos tres años. Confío en que estas celebraciones producirán una cosecha nueva de gracia para su Iglesia local y serán una fuente de renovación para el matrimonio y la vida familiar.
Asegurándole mi oración fraterna, imparto mi bendición apostólica a usted y a todos aquellos confiados a su cuidado pastoral como un compromiso de paz y gozo en el Señor Jesús. Vaticano, 05 de octubre del 2015
+ Francisco
Estas últimas tres semanas en Roma han sido extrañas y esperanzadoras al mismo tiempo. Extrañas, porque el Sínodo divulgado en los medios de comunicación y el Sínodo que toma lugar en el Vaticano son raramente las mismas criaturas.
Los problemas de la vida familiar moderna son complejos. Tienen gran importancia para el futuro de la Iglesia y el mundo. Por consecuencia el trabajo de este Sínodo importa. Fiel a su estilo, el papa Francisco ha fomentado un espíritu abierto y sincero desde el principio. Diferencias entre los padres sinodales, incluyendo diferencias serias en asuntos serios, son parte del flujo natural de discusión. Los obispos en el Sínodo necesitan lidiar con estos asuntos abiertamente. De lo contrario, nada bueno puede resultar. Pero «campos beligerantes» simplemente no existen. El estado de ánimo entre los padres sinodales ha sido mucho más amigable que cualquier comentarista se puede imaginar. No existen «revolucionarios» o «reaccionarios» en la sala del Sínodo –sólo obispos sinceramente tratando de hacer frente a cuestiones sensibles y trazar el camino correcto para la Iglesia a la luz del Evangelio.
Lo que me lleva al por qué esta experiencia del Sínodo ha sido esperanzadora. Una cosa es escuchar acerca de la naturaleza «católica« de la fe católica; es otra, profundamente tranquilizadora verla viva en la inteligencia y la dedicación de los obispos de todo el mundo reunidos como hermanos en un solo lugar. Los auditores laicos del Sínodo, incluyendo matrimonios, han ofrecido una asesoría invaluable en nuestras conversaciones de pequeños grupos. Lo mismo con los delegados fraternales (es decir, ecuménicos).
El punto es: De lo que se desarrolle en el corto plazo de este Sínodo, Dios permanece con su Iglesia. Debemos cultivar esa paz en nuestros corazones. Necesitamos confiar en la palabra de Dios, y tenemos que pedir y confiar en el Santo Padre. De lo contrario derrotamos nuestro propio discipulado. La confusión –al ser yo famosamente citado de forma errónea, fuera de contexto, un año atrás, es del diablo. No deberíamos ser parte de ella.
Será bueno estar de vuelta en Filadelfia. Será bueno llegar a casa. Tenemos un montón de gran trabajo por hacer, juntos.