Junto con el pueblo de la Iglesia de Filadelfia y toda la Iglesia universal, me entristeció profundamente saber acerca de la muerte del papa Emérito Benedicto XVI esta mañana.
En medio de un gran dolor, reflexionamos también con infinita gratitud sobre la vida y el ministerio del papa emérito. Sirvió incansablemente a la Iglesia durante más de 70 años como párroco, profesor de teología, arzobispo de Munich y Friesing, decano del Colegio Cardenalicio, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Sumo Pontífice.
Reconocido como un hombre de profunda fe y agudo intelecto, fue un asesor clave en el Concilio Vaticano II y durante muchos años trabajó en estrecha colaboración con san Juan Pablo II durante su papado. A lo largo de su larga vida, el papa Benedicto XVI fue un brillante maestro de la fe. Cada una de sus acciones estuvo llena de valor, humildad y amor por aquellos confiados a su cuidado pastoral. Su legado es profundo y deja una huella indeleble en la vida de la Iglesia
al rededor del mundo.
El papa Benedicto XVI también impactó directamente a nuestra Iglesia local de maneras tremendamente positivas. El Seminario San Carlos Borromeo tuvo el honor de recibirlo en el 1990 cuando el entonces cardenal Ratzinger pronunció un discurso de apertura a los seminaristas de los estados unidos sobre la importancia de la formación sacerdotal. En el 2012, mientras se desempeñaba como papa, seleccionó a Filadelfia para albergar el Encuentro Mundial de las Familias. Ese precioso regalo siempre será recordado como una ocasión feliz que trajo al mundo a nuestra región en un esfuerzo por fortalecer los lazos de la vida familiar que forman la base de la sociedad.
Su jubilación en el 2013 fue un acto de desinterés sin igual y una lección de humildad de la que todos podemos beneficiarnos. En silencio y en oración, continuó sirviendo a la Iglesia hasta el final de su vida. El papa Emérito Benedicto XVI ahora ha sido llamado a casa por Dios. Su vida fue un regalo para el mundo. Que su ejemplo nos inspire a todos a servir a la Iglesia de Cristo en la tierra con alegría y celo como Discípulos Misioneros.
Pido a la gente de la Arquidiócesis de Filadelfia que se unan a mí para ofrecer oraciones por el feliz descanso del alma del papa Emérito Benedicto XVI. Que Dios le conceda el don de la vida eterna y dé consuelo a una Iglesia en duelo.
Reverendísimo Nelson J. Pérez, D.D.
Arzobispo de Filadelfia
Jhoselyn Martinez
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