Dos puntos son dignos de mención esta semana. Juntos, es una lección en prioridades. Aquí está el primer punto. Un amigo médico observó recientemente que América se está
convirtiendo en un país donde es más fácil optar por no hacer el juramento de lealtad a la bandera que evitar el mandato del departamento de salud y servicios humanos (HHS –siglas en inglés). Las expresiones de lealtad nacional pueden ser opcionales, dijo; pagar para el control de la natalidad no lo es.
Mi amigo exagera su caso –pero no por mucho. Durante los últimos dos años la actual administración ha negado cualquier compromiso real en el mandato del Departamento de salud y servicios humanos (HHS) que obliga a la mayoría de los planes de salud de los empleadores a cubrir servicios anticonceptivos y abortivos. Esto, en una nación donde anticonceptivos gratuitos o de bajo costo ya están ampliamente disponibles; esto, en un país donde Planned Parenthood ya recibe cientos de millones de dólares federales cada año.
Los obispos católicos de Estados Unidos, junto con muchas otras entidades religiosas y seculares, han batallado el mandato por una buena razón. Es coercitivo, innecesario y avaro en su falta de protecciones para la creencia religiosa y moral. Muchos ministerios y organizaciones relacionados con los católicos estarán forzadas –directa o indirectamente a través de un proceso de gimnasia verbal y legal– a confabularse en servicios que violan sus convicciones religiosas. No es sorpresa para nadie, que ahora están pendientes más de 100 demandas contra la aplicación del mandato.
En respuesta, cada ajuste del HHS al mandato hasta ahora ha sido mínimo; vacío de todo sentido robusto de la libertad religiosa. El último «acomodamiento» del HHS, emitido el 22 de agosto– es sólo tan inadecuado como todos los demás. Tanto los obispos de Estados Unidos y organizaciones como el Becket Fund for Religious Freedom ya han expresado su frustración.
Nuestro actual liderazgo, sin embargo, consistente. Su desinterés en cuestiones de libertad religiosa aquí en casa parece replicado en su política exterior. Y eso nos lleva a mi segundo punto.
La ley de 1998 que estableció la Comisión Estadounidense para la Libertad Religiosa Internacional hizo a Estados Unidos único entre las principales naciones al poner la libertad de creencia entre sus superiores objetivos de política exterior. Pero en los últimos años, el interés de Washington en proteger y expandir los derechos de las minorías religiosas en el exterior ha sido tibio… o peor. El asesinato brutal del periodista James Foley por extremistas islámicos en agosto captó la atención del mundo. Pero este tipo de barbarie no es nuevo.
La violencia contra los cristianos y otras minorías religiosas en el Medio Oriente ha ido en aumento durante años, de palizas y extorsión a iglesias bombardeadas, a secuestro y conversión forzada de mujeres jóvenes cristianas, al asesinato de clérigos cristianos y líderes laicos. La limpieza étnica en los Balcanes atrajo la atención del mundo detrás del liderazgo estadounidense. El exterminio de las minorías religiosas en el Medio Oriente –lo que el patriarca siro-católico Ignace Joseph III Younan llama «intento de genocidio», hasta el momento ha dibujado una respuesta muy diferente.
¿Cómo nosotros, como católicos debemos responder? Podemos empezar por darnos cuenta de que una incomodidad de lidiar con cuestiones de libertad religiosa en el extranjero ha sido parte de la cultura de la burocracia de la política exterior de Estados Unidos por un largo tiempo, a pesar de la ley de 1998. Nuestro actual liderazgo nacional simplemente lo ha empeorado. Por mucho que amemos nuestro país -y los católicos han demostrado ese amor una y otra vez en el servicio público y en el combate- nuestra lealtad primaria como católicos es a Jesucristo, a la Iglesia como nuestra comunidad de fe y a nuestros compañeros cristianos. Ellos están primero; y si en nuestros corazones no los colocamos primero, entonces tenemos que tomar un buen vistazo a lo que queremos decir cuando decimos que somos «católicos».
En ese sentido, la disputa del mandato de HHS tiene un buen efecto. Nos ayuda a ver cuán dispuestos estamos algunos de nosotros a encontrar una manera de evitar conflictos, a llevarnos bien, a poner en peligro nuestras convicciones. Pocos de nosotros quieren pensar muy profundamente sobre cómo y por qué la batalla al mandato pasó en primer lugar, o a dónde es probable que conduzca. Es más fácil culpar a la Iglesia por ser terca o llevar a cabo una falsa «guerra contra las mujeres».
Mientras tanto, compañeros creyentes están siendo asesinados en el extranjero simplemente por ser cristianos. Hay algo mal con nosotros, no sólo mal con nuestra fe católica, sino mal con nuestra humanidad… si eso no nos deja consternados… y también más alerta al cambio en el ambiente de nuestro propio país. Aquí en América, nadie pinta una «N» por Nazareno en las casas cristianas; de hecho, solo mencionar esa idea suena disparatado y melodramático; pero no es así si estás en Mosul. En el llamado «Califato», una «N» en su casa significa conviértase, váyase o muera. Y otra vez, este tipo de salvajismo extremista no es nuevo. Es simplemente más evidente y generalizado.
Aquí en casa, la lucha con el mandato HHS ahora se decidirá en los tribunales. Pero a la larga, como nación, tendremos la medida de libertad religiosa que merecemos basado en el tipo de personas que elegimos para la oficina federal-algo que debemos recordar en un año electoral.
Y en cuanto a los cristianos que sufren en el Medio Oriente, debemos verlos como miembros de nuestra propia familia cuyo testimonio humilla y exige la solidaridad de todos nosotros. Tenemos que orar por ellos celosa y constantemente. Pero nuestra compasión y preocupación no son suficientes. Necesitamos con urgencia añadirle a nuestras oraciones nuestras acciones –y nuestro apoyo financiero.
NOTA: Una colecta especial voluntaria se hará en las parroquias de la Arquidiócesis el fin de semana del 20 al 21 de septiembre. Los fondos donados se utilizará para ayudar a los cristianos que sufren en el Medio Oriente. Dadas las muchas exigencias ya enfrentadas por las parroquias, puede ser que algunos no puedan contribuir. Esos por lo tanto pueden contribuir directamente; ver http://emergencies.crs.org/iraq-crs-response-strategy- during-displacement-crisis/