January 14, 2015

Columna del Arzobispo Chaput: Día de Martin Luther King 2015

Más de 50 años han pasado desde que Martin Luther King Jr. entró en la división racial de Estados Unidos de las décadas de 1950 y 1960. Aunque esa brecha ha disminuido en algunos aspectos importantes, los acontecimientos recientes demuestran que aún queda mucho por hacer. La celebración de este mes del Día de Martin Luther King, el 19 de enero, por tanto, se produce en un momento clave. Debemos aprovecharla para reflexionar sobre por qué los esfuerzos de King para luchar contra la injusticia racial produjeron tan buen fruto, y lo que significa su testimonio para Estados Unidos hoy en día. Es un momento para que los que somos cristianos examinemos de nuevo nuestras propias vidas a la luz del Evangelio, y nos enraicemos de nuevo en la misma Palabra de Dios que dio a Martin Luther King el valor y la perseverancia para continuar sanando donde el pecado había causado conflicto racial.

King creyó que en cuestiones de raza, América debe ser lo que dice ser. Él tomó en serio la insistencia de la Declaración de Independencia de «que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables». Para King, esa no era una desechable y piadosa línea utilizada por los fundadores para motivar a las masas. Él, en realidad lo vio como una declaración verdadera acerca de lo que somos como hijos de un Dios de amor, y con razón, exigió fidelidad de Estados Unidos a su propia fundación. «Hemos esperado más de 340 años por nuestros derechos constitucionales y dados por Dios», comentó en una carta escrita en una cárcel de Birmingham. Arraigado en su formación cristiana, comprometió su vida para finalmente ganar esos derechos.

Durante el último medio siglo, una gran variedad de movimientos por la justicia social han tomado prestado del ejemplo de King, incluyendo la Marcha Anual por la Vida. Uno de los «ciertos derechos inalienables» que figuran en la Declaración es de hecho el derecho a la vida, y para muchos estadounidenses, es muy irónico que celebremos el Día de Martin Luther King apenas tres días antes del aniversario de la desastrosa decisión de la Corte Suprema, Roe v Wade.

Esto simplemente pone de relieve la integridad del testimonio de King y su poder para apelar incluso a través de las diferencias políticas más agudas. King escogió la resistencia pacífica y un espíritu de caridad cuando se enfrentó a leyes injustas que discriminaban a una cierta clase de ciudadanos; ese testimonio perdura. En un sermón de 1957, memorablemente exhortó a sus oyentes a recordar que «la oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: Sólo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio: Sólo el amor puede hacer eso». King entendió que el odio es barato y fácil, y siempre destructivo. El ejemplo más puro de amor real es, por supuesto, la cruz. Tratado con violencia y desprecio, Jesucristo cargó sus sufrimientos por amor, incluso por los peores pecadores. En el Evangelio, encontramos el modelo a seguir en nuestras vidas para todos nosotros como cristianos. Una resistencia con amor hacia los que hacen el mal es a menudo el camino más difícil de tomar, pero en el largo plazo, su poder es enorme.

En una época que seculariza, las personas pueden olvidar con demasiada facilidad que la búsqueda de Martin Luther King de la justicia para las minorías raciales era fundamentalmente cristiana. La inspiración para su activismo no provenía de una devoción a un partido político o incluso de un conjunto de soluciones de política pública, sino más bien de su comprensión del discipulado cristiano. Enfrentado a una oposición amarga a su trabajo, King tomó ánimo de la vida de la Iglesia primitiva. En su carta desde la cárcel de Birmingham, escribió cómo la Iglesia primitiva era «no sólo un termómetro que registró las ideas y principios de la opinión popular; [la Iglesia] era un termostato que transformó las costumbres de la sociedad». Esa es una maravillosa imagen de la clase de testimonio transformador que se nos pide vivir como cristianos en una cultura de masas que es cada vez más fatigosa y hostil.

El Día de Martin Luther King es mucho más que una celebración del gran servicio de King en favor de la comunidad afroamericana y otras minorías étnicas en Estados Unidos; es también una celebración del poder de la fe religiosa trabajando por medio de los creyentes que desinteresadamente se abren a lo que Dios los llama a hacer en el mundo –aunque eso implique sufrimiento, dificultad y sacrificio. Esa es una lección que debemos recordar, y a la que debemos conformar nuestras vidas, una y otra vez.